martes, 31 de julio de 2007

La Virgen y la Misa

Monseñor Guillermo Moreno Bravo

Vicario General de la Arquidiócesis de México

Párroco de La Coronación de S. Mª de Guadalupe

Estimado Monseñor, regocíjome con S.S. Benedicto XVI, con usted, y con la Iglesia toda por la restauración de la misa a su forma original. Lo más hermoso de este lado de la Gloria es como la consideraron no sólo los siglos, sino los milenios. ¿Qué tan hermosa? Tan hermosa como el más bello don del Padre a su Iglesia. ¿Qué tan cierto? Como dos milenios lo confirman. ¿Puede la obra sublime del Espíritu Santo estar falta de algo, o de algo estar sobrada? ¿Puede el Espíritu Santo ser imperfecto o haberse equivocado dos mil años? ¿Puede esta perfección alterarse y seguir siendo perfección? ¿No ha de alegrarnos la restauración del respeto?

Regocijémonos por la sacralidad restaurada en el respeto. Regocijémonos por la señal del Dedo de Dios en nuestro Eterno Destino, lo que muchos llaman Misa Tridentina, que igual pudiera llamarse por destino Mexicana. En efecto, por dos grandes papas y por la Virgen de Guadalupe.

Están de acuerdo los historiadores en que la misa exigida por Trento y finalmente promulgada por San Pío V es esencialmente la misma de San Gregorio Magno (+604), el misal de 1570 es esencialmente el mismo del siglo sexto. Dice el P. Adrián Fortescue: «Hay adicionalmente una tradición constante de que el último en tocar la parte esencial de la misa, que es el Canon, fue San Gregorio Magno.» Y Benedicto XIV (1740-1748) afirmaba: «Ningún papa ha añadido o cambiado el Canon desde San Gregorio». Igualmente elocuente es la historia del invento de Gutenberg: La primera impresión de un misal en 1474, el conocido Missale Romanum Mediolani es igual al misal promulgado por San Pío V hasta en las oraciones al pie del altar que, según los tratadistas, fueron las últimas en añadirse.

Recordamos los mexicanos que la historia de la Virgen de Guadalupe desde su primitiva imagen, la tallada por San Lucas, la del milagro monumentado sobre el Castel Sant’Angelo que hiciera a esta imagen famosa en Europa, es la misma que fuera regalada por dicho papa ―San Gregorio Magno― a San Leandro en tiempos del rey Recaredo en España que gobernó ya converso a la fe.

Es la misma imagen sepultada por el clero sevillano que huía de la invasión islámica a principios del siglo VIII, y que sería reencontrada siguiendo las instrucciones de la Virgen a Gil Cordero cerca del río Guadalupe ―del que recibe su nombre― poco antes de 1350. La Sábana Santa es recuperada para la historia en Lirey, Francia, también por 1350.

Por tanto, el enlace histórico entre la Virgen de Guadalupe y la Sábana Santa nos es dado por el nombre de Guadalupe y la fecha. Hecho real, independientemente de cuan distintas sean las dos imágenes de la Virgen. Es el único enlace entre ambas imágenes aceiropoivhtoV del Siglo Primero: la de San Lucas, y la Sábana Santa. Esto queda confirmado por las raíces del nombre Guadalupe según he demostrado en mi blog en español: www.ennombredeguadalupe.blogspot.com con su componente griego (Lupevw ― Me duelo). En griego, como San Lucas fue griego. Y el nombre mismo es confirmado por la fecha del 15 de septiembre día de la Virgen de los Dolores que la historia del México colonial destaca cuatro veces ligada siempre al combate y a la independencia (1571, 1774, 1808, y 1810), y a los dolores de parto de la nación. (Véase este mismo blog para lo que sigue.)

La primera de estas fechas, 1571, nos recuerda la batalla naval más importante para la Cristiandad, la Batalla de Lepanto a la que nuestra Virgen de Guadalupe de México es llevada para la más resonante victoria. Recordará la narración y las pruebas por mi obra “No se puede tapar el sol con un dedo” de la que le obsequié muchos libros. Esta batalla fue ganada por la Santa Alianza forjada por San Pío V, el de la Misa Tridentina; que así, por Lepanto, queda más ligada a nuestro suelo; a otro 15 de septiembre y esta vez seguido de un 16 como recordará también de mi libro subtitulado “La divertidísima historia de los antiaparicionistas guadalupanos metidos de historiadores, y su fracaso final”.

La historia aporta de esta manera las evidencias sobre como estos dos grandes papas, Gregorio I y Pío V, cuya obra en los siglos sexto y dieciséis fue la liturgia de la misa tradicional, lo fueron igualmente para la forja y desarrollo de la historia guadalupana partiendo de San Lucas en Éfeso hasta Roma cinco siglos después, hasta España, para culminar en México enlazándolo todo, hasta la Sábana Santa. Así, Santa María de Guadalupe, la misa tradicional y México integran el mismo bloque histórico. ¡Que alegría debe darnos ver así enlazado nuestro destino con el respeto a la misa. Los dos papas de la liturgia de la misa proyectándose guadalupanos. Y otros dos, Benedicto XIV es quien exclama el “Non fecit talliter ovni nationi” ante la imagen del Tepeyac. Y es ahora otro Benedicto, el XVI, quien nos devuelve la liturgia sagrada.

Resumiendo hasta aquí: Lo ya enlazado primero por los nombres, y como conjunto por la geografía, la historia, la Sagrada Escritura, los cielos con las estrellas del manto y las enmarcadas vease mi blog: www.veritasliberabit.blogspot.com ; lo han quedado también por la misa conocida como Tridentina en conjunción sorprendente; en concordancia asombrosa. Un conjunto de Origen Divino, una imagen para descifrar al mundo en católico, y en guadalupano mexicano.

Pero el mayor regocijo, sin duda, está en la recuperación del respeto. Mencionemos la orientación del altar, Liturgia cara al oriente: Tradicionalmente, no sólo los altares, también los mapas se dirigían en ese único sentido. El Norte Medieval era el Calvario, que todo lo ORIENTABA. Por esta razón también la Imagen de Santa María de Guadalupe de México milagrosamente ideada para superponerse al plano de la República ajusta sobre dicho mapa (por señalizaciones de símbolos 'cerro' en el vestido) con la cabeza tocando el Golfo de México (en dirección al oriente, al Calvario como los mapas medievales), y los pies casi el Océano Pacífico, ajustándose así las Estrellas del Manto derecho las constelaciones del norte, y las del manto derecho las del sur.

Antes de las reformas de 1968 a la misa, el sacerdote miraba como el pueblo hacia el oriente, hacia el Calvario para el Santo Sacrificio de la misa; y, por supuesto, hacia el Sagrario. Si consideramos que la inmensa mayoría de los altares estaban orientados correctamente al este, el giro de 180º que impusieron al sacerdote tenía que haberlo dado cada templo COMPLETO (sobre el giro previo del celebrante) para que este volviera a mirar en la dirección correcta (aunque el pueblo en este caso ya no lo hiciera); de otra manera el giro de 180º del celebrante lo dejaba dando la espalda al Calvario y al Sagrario ¡como de hecho los dejó! ¡Que simbólico! ¡Los dejó dando la espalda al Calvario y al Sagrario y en cada genuflexión "orientado" hacia el pueblo en vez de al Sagrario y al Calvario!

La reposición del Motu-proprio de la misa Tridentina nos vuelve a orientar debidamente, como lo exige la Imagen Sagrada del Tepeyac.

¡Felicitémonos!

¡Enhorabuena!

Por lo demás, sabedor de su gran devoción a nuestra Madre Santísima de Guadalupe estoy seguro que en su puesto de Vicario General de la Arquidiócesis de México podrá hacer más que nadie, ―sirviéndola en el contexto de su voluntad manifiesta― para impulsar el Motu Propio de S.S. Benedicto XVI.

En esta festividad de San Ignacio de Loyola me es grato quedar de usted

Muy respetuosamente


Luis de Guerrero Osio y Rivas